lunes, 28 de octubre de 2013

Observando Alicante.

Por fin encaro la recta final de mi estancia, al menos por este año, en tierras americanas. Para quien me conozca personalmente, está de más repetir que estoy deseando volver a mi tierra, a mi casa, a ver a mi familia. Y en este caso, con eso de "mi tierra" no me refiero solamente a Yecla, sino también a la ciudad que me acoge desde hace ya casi diez años: Alicante, o Alacant, que para el caso, o para mí, viene a ser lo mismo (y además este último topónimo en valenciano me trae estupendos recuerdos de los deliciosos helados que comía de pequeño con aquella imagen corporativa de las olas bicolores del pavimento de la Explanada...).

Tengo por aquí una serie de fotografías de la ciudad que he tomado en distintas ocasiones. Todas ellas tienen en común el haber sido realizadas desde un punto alto en el que se pueda dominar la urbe desde arriba y puedan localizarse sus puntos más destacables emergiendo de la maraña urbana -en ocasiones agobiante- que forma esta ciudad situada entre la montaña y el Mediterráneo.

Desde la Muralla que asciende desde Santa Cruz hasta el Castillo de Santa Bárbara,
en la ladera del Benacantil, Alicante se muestra como una ciudad compacta, en la
que sólo unos pocos edificios sobresalen, en altura, del resto.


Las mejores vistas de la ciudad se obtienen desde el Castillo de Santa Bárbara, fortaleza que corona el Monte Benacantil, mole rocosa de 169 m.s.n.m., datada entre los siglos IX y XVIII y declarada Monumento Histórico Artístico Nacional en 1961 (B.I.C. con categoría de Monumento según la Ley 13/1985 de Patrimonio Histórico Español), si bien ya desde la línea de muralla que asciende hasta el recinto fortificado podemos obtener buenas perspectivas del área norte del casco urbano, con sus barrios de Carolinas Altas y Bajas y el Pla del Bon Repós, principalmente.

Gran densidad edificada la que ofrecen los populares barrios de las Carolinas
Altas y Bajas. Nacidos como un diseminado de viviendas dispersas en torno
a la carretera de Villafranqueza (hoy Avenida de Jijona), su único espacio libre
lo constituye la conocida como Plaça de les Palmeretes.

Carolinas Altas y Bajas son los barrios más populosos de Alicante. Concretamente
el primero de ellos es el más poblado. La calle Sevilla, y su prolongación General
Espartero, son la columna vertebral que recorre el barrio como único eje continuo
de sur a norte. Al fondo se puede divisar el conjunto de edificios que conforma
el Hospital Provincial, más conocido como "La Residencia".

El Pla del Bon Repós limita con Carolinas Altas y Bajas por el Oeste. A la izquierda
asoma la "Torre del Pla", localizada en la calle San Mateo. Al fondo, sobre las
lomas del Garbinet, los bloques de la Ciudad Elegida.

Subimos al Castillo utilizando el mismo camino que los vehículos y en primer
término tenemos la fachada de la ciudad a la calle Vázquez de Mella. El edificio
proyectado por Juan Guardiola Gaya, con una fachada superpuesta de prefabricados
cerámicos, acapara gran parte del protagonismo, sólo contestado por los bloques
de la Ciudad Elegida y el Cabeçó d'Or cerrando el horizonte.

La calle Torres Quevedo delimita la zona trasera de la antigua
Fábrica de Tabacos, dejando asomar el verde de sus pinos, que
son un desahogo (en espacio y en oxígeno) para el barrio. Detrás
asoma un edificio "singular" situado en la cercana calle
Alcalde Suárez Llanos.

Los edificios "singulares", como éste de principios de los años 60,
y que excede en ocho plantas la altura máxima permitida según
el planeamiento municipal de 1958, fueron una constante en el
urbanismo alicantino de la época. Finalmente acabaron por ser
legalizados ante la imposibilidad material de hacer cumplir
las resoluciones de demolición al hallarse ya ocupados.


Si giramos un poco la vista (o la cámara) hacia el Noroeste del monte, observaremos los barrios de San Antón, Campoamor y Mercado, todos ellos, como los vistos en las fotografías anteriores, extramuros, siendo el más antiguo el primero de los citados, verdadero arrabal de la ciudad amurallada.

El barrio de San Antón, antes constreñido entre la calle San Vicente y el Benacantil,
está delimitado hoy por la avenida Jaime II. Socialmente degradado hasta hace poco,
entre sus nuevos equipamientos destaca el llamado Parque de la Tuna, que aparece
en primer término, y que fue inaugurado en el año 2011.

Si ascendemos y abrimos la panorámica, podemos abarcar incluso los barrios
del Mercado (izquierda) y Campoamor (derecha). El edificio de los Representantes
de Comercio, según diseño de Miguel López (1963) y el Tossal de San Fernando
conforman el perfil de la imagen.


Si el barrio de San Antón había nacido ocupando el espacio entre las murallas y el Hospital del Rey y la Casa de la Misericordia (posteriormente Fábrica de Tabacos), el barrio de Campoamor ocupa una superficie acotada entre el Tossal de San Fernando y la avenida de Jijona. El ADDA (Auditorio de la Diputación de Alicante) se sitúa desde el año 2011 en el corazón del barrio, en el lugar que hasta finales de los ochenta ocupasen los edificios del Hogar Provincial, antes Casa de Beneficencia y, aún antes, el Convento de Capuchinos.

La Avenida de Alcoy es el tradicional acceso al centro de Alicante
desde la población de Sant Vicent del Raspeig, situada al Norte.
A la derecha quedarían el Auditorio Provincial y el Colegio
Campoamor (1928) junto con el Observatorio Sismológico (1914)


En el otro extremo del barrio, y lindando por el sur con el barrio del Mercado, estrechas y empinadas calles suben a encontrarse con el Tossal. De nuevo otro edificio singular, el de la Cooperativa "Virgen de la Esperanza" de Agentes Comerciales, popularmente llamado "de los Representantes", protagoniza el acceso sur a un barrio todavía hoy caracterizado por la edificación de baja altura.

Edificio de los Representantes, con sus 26 plantas sobre rasante al
fondo. En primer término, cúpula y campanario de la parroquia
de La Misericordia (Antonio Serrano Peral, 1952).

Fotografía que recoge a la izquierda las medianeras de la calle San Vicente,
y en la zona inferior derecha las traseras del Hospital del Rey (s. XVII), hoy
Casa Cuartel de la Guardia Civil. La Plaza de España con sus jardines y el
edificio Borja ocupando el chaflán con Pintor Murillo, de Miguel López (1935).


Girando de nuevo a la izquierda, la Avenida Alfonso el Sabio separa el barrio del Mercado del Centro propiamente dicho.

Dos hileras de palmeras adornan la principal vía del
centro de Alicante, que finaliza en la Plaza de Luceros, con
su fuente obra de Daniel Bañuls (1929). Al fondo,
la Estación de Madrid (1858). En el horizonte aparecen
los bloques del barrio de Babel.


A los pies del Benacantil se sitúa la antigua ciudad amurallada, conjunto de calles conocido hoy en su conjunto con el poco concreto nombre de "El Barrio", comprendiendo las antiguas Vila Vella y Nova, y los arrabales de San Roque y Santa Cruz.

Desde la ermita de Santa Cruz, en primer término, observamos a la izquierda la Plaza del Carmen,
en el solar del convento homónimo; en el centro la antigua Colegiata, hoy Concatedral
de San Nicolás de Bari. El edificio Alonso (hotel Gran Sol) con sus 28 plantas rompe con
la tradicional volumetría de la trama histórica.

Concatedral de San Nicolás (s XVII) y edificio Alonso (1961) con el mural
de Manuel Baeza (1968) decorando una de sus dos medianeras.

Puerto de Alicante, casco antiguo y centro tradicional. Destacan los volúmenes
de los edificios Alonso (Miguel López González, 1961) y Alicante (Juan
Antonio García Solera, 1968).

En primer término el barrio de Santa Cruz. Junto a una de las últimas estribaciones
del Benacantil, la ermita de San Roque (a la izquierda). Plaza del Carmen y San Nicolás
en el centro. Más allá, el Mediterráneo.

Concatedral de San Nicolás de Bari desde el Parque de La Ereta. Cúpula con linterna
del crucero y torre campanario.

Alicante posee otras atalayas además del Benacantil desde las cuales poder observarla con calma y abarcando distintos sectores de la misma, pero las descubriremos en posteriores ocasiones. Hasta la próxima.

Nota: La información acerca de los "edificios singulares" la he consultado en este artículo de Alicante Vivo.

sábado, 19 de octubre de 2013

Postales de Yecla.

El artículo de hoy vuelve a tratar sobre Yecla. Sin embargo, en esta ocasión traemos unas cuantas postales fechadas entre los años 60 y 80 del pasado siglo XX, en las que se muestran los cambios que iba experimentando la polvorienta y aislada ciudad que era al comienzo del periodo (de fuerte carácter, según dicen quienes han escrito sobre ella, tan alejada de la estereotipada imagen murciana) y que poco a poco la iban a ir convirtiendo en lo que es ahora. Calles todavía en muchos casos sin asfaltar o sin iluminar, edificios bajos, horizonte rural de campos cultivados sin apenas construcciones y nuevos barrios que irían surgiendo al ritmo al que se desarrollaba la industria del mueble, lo único que logró frenar la despoblación que la hizo perder más de siete mil habitantes entre 1940 y 1970.

Las imágenes, al igual que en el resto de ciudades y pueblos en las que se editaban postales, muestran por una parte lo más típico de la localidad en cuanto a monumentos o espacios urbanos y por otro lado las escasas muestras de desarrollo que iban surgiendo de forma un tanto improvisada, pero de las cuales sin duda sus habitantes se sentían de sobra orgullosos: nuevas industrias, nuevas barriadas...

Comenzamos mostrando imágenes generales de la ciudad. Las diferencias con la Yecla actual son más que evidentes; en la primera de las fotografías especialmente se observa cómo la trama urbana finaliza de forma nítida respetando la exigua huerta todavía cultivada por entonces.

Yecla desde el cerro del Castillo. Editada en 1969. Sobre un mar de tejados pardos tan solo
destacan las moles de las iglesias Vieja y Nueva, la torre del Reloj y algunos edificios de viviendas
en construcción, los primeros que alterarían de forma notable la escala urbana con su implantación
entre inmuebles de dos y tres alturas.

La misma fotografía anterior pero incorporando dos imágenes del jardín municipal,
con la fuente a la izquierda y el templete de la música a la derecha.

Yecla a principios de los años 80. La trama urbana se ha poblado de edificios de viviendas,
y han surgido nuevos barrios sobre la antigua huerta, como el Barrio del Sol junto a la
Feria del Mueble. Las industrias comienzan a poblar de forma improvisada los márgenes
de las carreteras de Caudete y Villena (centro y derecha de la imagen).

Las calles yeclanas ofrecían un aspecto diferente al que muestran en la actualidad. En el casco viejo el asfalto y la iluminación nocturnas eran prácticamente inexistentes, y las viviendas poseían unas condiciones de habitabilidad bastante limitadas. El centro urbano, que concentraba entonces como ahora la mayoría de las actividades terciarias en sus amplias y largas vías, no padecía el tráfico a motor actual puesto que los vehículos a dos ruedas, tanto bicicletas como motos, eran los medios de locomoción más utilizados.

El llamado Arco de los Reyes Católicos y la torre renacentista
de la Iglesia Vieja de la Asunción quizá sean, aún hoy, una de las
imágenes más reconocibles de Yecla. Podemos ver en la postal, de
principios de los 60, casas de dos alturas con pequeños huecos
para minimizar los efectos de clima, pavimento de tierra apisonada y
ausencia de alumbrado público. A destacar el luto de las señoras,
algo tan habitual por entonces.

Otra postal de la calle Iglesia con sus antiguas
fachadas encaladas y sus cubiertas de teja de cañón.

A medida que descendemos hacia la parte más llana de la ciudad, los espacios se hacen más amplios y muestran una mejor imagen, aunque no pueden esconder la falta de inversión que por entonces padecía la población, ya que los Ayuntamientos prácticamente no disponían de recursos más que para gestionar las necesidades más básicas. Estas limitaciones comenzarían a cambiar con las primeras corporaciones democráticas y el cambio en los sistemas de financiación y gestión de la recaudación.

La Plaza Mayor, que hasta 1979 llevaba el nombre del general Queipo de Llano,
era un improvisado aparcamiento en superficie. Su prolongación hasta la Iglesia Vieja
(García Morato, hoy Concejal Sebastián Pérez), mantuvo el aspecto que muestra
en la foto, con el mercado asomando a la derecha, hasta 1998.

El Ayuntamiento, construcción renacentista de hacia 1535 con su torre de finales
del XVII, en una imagen posterior a 1982 (aparece a bandera autonómica). La
reurbanización de la plaza con la instalación de la "Fuente de los Leones" fue
la primera actuación de la corporación salida de las urnas en 1979, que también
restituyó, tanto a la plaza como a muchas otras calles, sus nombres tradicionales.
El Ayuntamiento albergaba en sus bajos la comisaría de Policía Local.

Las calles Corbalán y San Francisco siempre han sido el centro de la vida yeclana, esa arteria característica con la que todo pueblo cuenta, en la que es imprescindible dejarse ver y ser visto. Entonces y hoy, sus locales siguen siendo los más cotizados, a pesar de la extensión de la actividad comercial a las calles aledañas, especialmente las del Niño y Hospital.

Calle Martínez-Corbalán en los primeros 80, con el pavimento colocado
hacia 1979. La calle recupera su nombre ese mismo año tras haber estado
rotulada como "José Antonio". Esta vía une la Plaza Mayor con la
Basílica de la Purísima.

La misma calle una década antes: pavimento de grandes adoquines de
piedra y el primer bloque de ocho alturas que asoma a la izquierda.
La mayor parte de estos edificios ya no existe. Por la cantidad de
público puede tratarse de un miércoles de mercado por la mañana.
El mástil indica la situación de la primitiva oficina del INSS.

Bajando en nuestro recorrido llegamos al Atrio de la Purísima, lugar desde el cual parte la numeración de las calles de Yecla, y donde se asienta el principal templo de la localidad, levantado entre 1775 y 1868 y conocido popularmente como Iglesia Nueva, en oposición a la Iglesia Vieja de la Asunción, que perdería su condición parroquial con la inauguración de este nuevo edificio.

Las farolas y los setos hace tiempo que fueron sustituidos
por las socorridas fernandinas y las losas de granito. En esta
imagen de los sesenta aparece el atrio con su pavimento
colocado en 1957, reemplazado en 1995.

Cruce de las calles Colón y San Francisco (a la derecha), a la altura de la
Cruz de los Caídos, cuyas farolas asoman a la izquierda. Las moreras son las
protagonistas de una calle en la que apenas hay vehículos aparcados y la
zona azul es algo impensable.

Bajando por la calle San Francisco, que conecta la Basílica de la Purísima con el antiguo convento franciscano desamortizado en 1835, llegamos hasta el actual jardín municipal y sus dos espacios contiguos: la Glorieta o jardín, junto al Teatro, y el Parque propiamente dicho, con el palomar, en la zona baja.

Jardín Municipal con la fuente y el monumento a Azorín bajo su cedro del Líbano.
A la izquierda asoma la cúpula listada de la Purísima (imposible de ver hoy desde
ese punto), y a la izquierda la llamada "Torre de Yecla", edificio de diez
pisos levantado a mediados de los 60.

En esta otra toma se aprecia, a la izquierda, el antiguo templete de la música
que, con los parterres que lo rodeaban, separaba el jardín del nivel inferior, el
parque de las palomas.

El templete de la música desde el Parque. Al fondo, la calle San Francisco
sube hacia el centro de la población dejando a un costado el Teatro Regio
y la Sociedad Recreativa de Cazadores.

El Parque gira en torno al Palomar levantado hacia 1936 según diseño de Teófilo Villanueva. Cada remodelación de su entorno le ha ido restando elementos: primero las ramas que salían de la base y posteriormente el lago que lo rodeaba, con la última y desafortunada intervención llevada a cabo en el año 2002.

El Palomar rodeado de los chopos que todavía hoy subsisten.

Tras el Palomar puede verse todavía el antiguo kiosco modernista
desaparecido en la actualidad.

El Palomar, situado en el centro del hoy llamado Parque de la
Constitución, y del Generalísimo cuando fue editada esta postal.

Antes comentaba que las postales no sólo muestran las imágenes más características de las ciudades, sino también los elementos que definen un desarrollo tan exiguo como deseado por entonces.

En Yecla la Feria del Mueble había surgido en 1961 como respuesta ante la falta
de ventas. En 1968 tuvo que inaugurar un nuevo edificio en la zona baja
de la población, que inmediatamente ejerció el papel de polo de atracción
para nuevas construcciones industriales y residenciales a su alrededor.

La ciudad seguía extendiéndose a golpe de cuadrícula ocupando los
terrenos libres entre el casco urbano y la antigua estación de vía estrecha.
La iglesia de San José se levantó en 1964 para dar cobertura a la feligresía
de la zona.

Y, cómo no, en la Yecla de la época, no podían faltar las postales dedicadas a sus imágenes religiosas más populares y veneradas:

La Virgen de las Angustias, un Viernes Santo cualquiera
entre el Ayuntamiento y el Mercado. La imagen, declarada
BIC desde 2002, es obra de Francisco Salzillo, de 1763, una de
las escasas muestras de arte religioso conservadas en Yecla
anteriores a 1940.

La Virgen del Castillo, Patrona de Yecla, en una postal
de hacia 1970. La imagen, del alcoyano Miguel Torregrosa,
 reemplazó en 1941 a otra talla de vestir, quemada en 1936
 y anónima de principios del XVIII.

Y hasta aquí, por el momento, el paseo por las postales de una Yecla que comenzaba a mostrarse en color. Hasta la próxima.

domingo, 13 de octubre de 2013

Catedral de Murcia.

Santa Iglesia Catedral de Santa María.

Plaza de Belluga y Catedral.


     1. Iglesia Catedral.
      2. Capilla de los Vélez.
      3. Palacio Episcopal.
      4. Portada de las Cadenas.
      5. Imafronte barroco.
      6. Seminario Mayor de San Fulgencio (hoy Escuela Superior de Arte Dramático y Danza).
      7-8. Colegio de Teólogos de San Isidoro (actualmente Instituto Licenciado Cascales).
      9.    San Juan de Dios. (Capilla del antiguo Hospital).
      10.  Casa Consistorial.
      11.  Río Segura.


      
La Santa Iglesia Catedral de Santa María, en Murcia, cabeza de la Diócesis de Cartagena es, básicamente, una fábrica de traza gótica con diversos añadidos de diversa consideración levantados de forma paralela a épocas de bonanza del antiguo Reino de Murcia, en los siglos XVI y XVIII.

Planta de la Catedral. Artehistoria.jcyl.

La planta de la catedral responde a un esquema de cruz latina, con tres naves (de mayor amplitud la central, que alberga el coro en los tres primeros tramos más cercanos al crucero) y capillas alojadas entre los contrafuertes. La nave crucera, de similar alzado a la nave principal, da paso a un profundo presbiterio rodeado por una girola a la que se abren capillas pareadas, repitiendo una solución similar a la de la Catedral de Valencia, aunque resuelta aquí con mayor modestia. Y es que la modestia es la principal característica de la fábrica gótica de la catedral cartaginense. De reducido alzado, responde a soluciones típicas del gótico mediterráneo, en la que se prima el macizo respecto al vano y la amplitud en lugar de la esbeltez.

Nave lateral hacia el crucero. A la derecha las capillitas del coro.

Del periodo gótico nos queda una única puerta, la situada al sur y conocida como de los Apóstoles. Abocinada y enmarcada por una serie de arquivoltas que albergan figuras de bulto redondo representando, de izquierda a derecha, a los apóstoles Andrés, Pablo, Pedro y Santiago bajo doseletes calados. En el arco, ángeles músicos y Reyes de Judá. Rematada por un arco conopial decorado con cardinas y enmarcado por tracerías góticas a modo de alfiz y crestería. El conjunto está coronado por un rosetón calado que permite la iluminación de la nave crucera. Fue trazada por Diego Sánchez de Almazán y terminada hacia 1443. Es una obra algo arcaizante, pues reinterpreta esquemas precedentes utilizados en la puerta homónima de la Catedral de Valencia o en las parroquiales de Requena.

Portada gótica lateral de los Apóstoles. (s. XV).

Aunque las capillas que orlan los muros laterales del coro son un interesante muestrario de escultura gótica (también otras añadidas en el siglo XVII), el último aliento del gótico (ya muy tardío) vendría de la mano del primer añadido a la fábrica original del templo: La Capilla de los Vélez.

Con ella se inicia la serie de fabulosos elementos anexos a la Catedral primigenia que, en ocasiones, son verdaderos edificios independientes, razón que ha llevado a Miguel Sobrino en su reciente libro “Catedrales” a definirla como “Catedral arrecife”. Y es que la Capilla de los Vélez, patrocinada por el adelantado del Reino de Murcia D. Juan Chacón y continuada por su hijo Pedro Fajardo, y emparentada con las del Condestable en Burgos y la de Álvaro de Luna en Toledo, es una magnífica muestra del gótico isabelino comenzada en 1490 (incluso incorpora elementos del manuelino portugués) lo que se refleja en su abigarrada, profusa y seriada decoración de corte naturalista que tapiza todos los paramentos arquitectónicos y en su ambicioso programa iconográfico, por desgracia incompleto. De planta poligonal generada por un semihexágono y un semidecágono, el espacio funerario se cubre con una espectacular bóveda estrellada de diez puntas que nos da la fecha de su finalización: 1507.

Interior Capilla de los Vélez. Siglos XV-XVI.
Detalle de los arcosolios funerarios y lienzo de San Lucas.

El exterior se divide en tramos divididos por pilastras entre las que se sitúan salvajes con escudos, estando todo el volumen rodeado por una cadena esculpida en piedra.

Capilla de los Vélez. Exterior. Se aprecia la cadena pétrea
que la ciñe.

El Renacimiento irrumpe en el templo murciano con la construcción de la Puerta de las Cadenas. Se prolonga la nave crucera en una tramo más hacia el norte, con el fin de dar acceso a la claustra desde el interior de la nave.

Portada lateral de las Cadenas (s. XVI) desde la popularmente
conocida como Plaza de la Cruz.

Para ello se tiene que demoler la primitiva torre y la puerta gótica que había en este lugar. La puerta de las Cadenas, de tracista desconocido hasta la fecha, abocinada para absorber el grosor del hastial del transepto, es un híbrido entre las nuevas corrientes decorativas y la construcción heredera del periodo gótico. A destacar los bustos de San Pedro y San Pablo en las enjutas como guardianes de la Iglesia. En 1783 fue reformada con la adición de los plafones con las efigies de los santos cartageneros Isidoro, Leandro y Fulgencio, además del relieve de la Virgen de la Leche en el ático y la cruz que corona todo el conjunto.

Ático de la Puerta de las Cadenas y torre campanario.

En estos años se comienza la construcción de uno de los elementos más característicos de la Catedral: La torre. Consta de tres cuerpos en altura, más un cuarto que aloja las campanas y, finalmente, la torrecilla que remata el conjunto. Fue construida entre los siglos XVI y XVIII, con un largo periodo de interrupción intermedio y según las trazas de varios maestros. Hacia 1520 se comienza con las trazas del primer cuerpo, a cargo de dos maestros florentinos, Francisco (fallecido en 1522) y Jacobo Florentín (fallecido cuatro años más tarde). En los testeros de la torre se aplica un programa que podría definirse como una representación o interpretación de “arcos de triunfo” aplicados a fachadas: a un hueco geminado central, avanzando en ménsulas y rematado por un entablamento, le acompañan pares de pilastras corintias con decoración “a candelieri” que albergan hornacinas. Todo ello siguiendo el esquema clásico: basamento, columna (pilastra), entablamento.

Ventana geminada en el primer cuerpo de la torre (s. XVI).

Pilastras pareadas corintias en una de las esquinas de la torre.

El segundo cuerpo, que se finalizará hacia 1545, ya es obra del maestro montañés Jerónimo Quijano y, repitiendo el mismo esquema, goza de una decoración más severa primando los aspectos constructivos frente a los estéticos.

Ventana del segundo cuerpo: Detalle.

La torre está construida a la manera de la tradición hispanomusulmana, y que podemos apreciar en famosos alminares como La Giralda de Sevilla. El muro exterior es sólo una envoltura, y está separado de la verdadera alma de la torre por una serie de cómodas rampas que permiten el acceso y cosen ambas construcciones haciendo que trabajen solidariamente y permitiendo ganar seguridad y altura. La planta baja de esa “alma de la torre” guarda la sacristía del templo, de planta cuadrada y cubierta por una bóveda baída, construída en piedra (una de las primeras de su estilo realizadas en Europa), gallonada y orlada por sendas representaciones de hojas y frutos. Para acceder desde el templo catedralicio, hay que pasar en primer lugar por la Antesacristía (cubierta por una bóveda de original estereotomía dispuesta en espiral), cuyo ingreso lo marca, desde la girola, un espectacular ingreso en arco de triunfo, debido al maestro Quijano, representando pasajes que van desde la mitología pagana hasta las virtudes teologales.


En estos años, el maestro Quijano dejó importantes obras en la Catedral hasta su muerte en 1562. Una de las primeras capillas debidas a su autoría es la de la Encarnación, destinada a acoger el sepulcro del jurista Jacobo de las Leyes. De planta triangular, enfrenta la urna sepulcral con un pequeño retablo que aloja en una hornacina resulta con venera, las imágenes pétreas del misterio de la Anunciación. También de la época datan interesantes piezas como la Pila Bautismal, similar a la de Santiago en Villena y atribuida al Maestro Florentino.


Pila bautismal.


No obstante, la obra más conocida de Quijano quizá sea la capilla funeraria de D. Gil Rodríguez de Junterón (popularmente conocida como “de Junterones”).

Capilla de Gil Rodríguez de Junterón (s. XVI). Acceso.

Se accede desde la nave de la Epístola, a través de un monumental acceso de orden jónico, y consta de una antecapilla y de la capilla propiamente dicha. La primera se cubre con bóveda semiesférica, perforada por óculos y apeada sobre pechinas. La capilla, que aloja un fabuloso relieve marmóreo de la Adoración de los Pastores, se cubre con una original bóveda de cañón, aunque de directriz curva, de abigarrada decoración y perforada por una linterna. Los paramentos de la capilla están divididos por columnas adosadas que alojan imágenes de profetas y sibilas.

Capilla de Junterones. Bóveda solar.

Capilla de Junterones. Relieve marmóreo de la Anunciación a
los pastores.


Capilla de Gil Rodríguez de Junterón (s. XVI). Exterior.

El siglo XVIII daría nuevos bríos para la continuación de los trabajos, que se centrarían en dos frentes principales: fachada y torre. La fachada principal del templo, situada a los pies, es obra proyectada y dirigida por Jaime Bort Miliá, y terminada en 1752. Sustituye a otra fachada renacentista del siglo XVI, obra del maestro Quijano, pero desplomada y muy debilitada por las continuas crecidas del Segura, la deficiente calidad del terreno y los movimientos sísmicos. El nuevo imafronte contó con la colaboración del ingeniero Sebastián Feringán para las labores de cimentación y está dividido en dos cuerpos, a pesar de haber sido proyectado en tres como suele ser habitual.


La imagen más reconocible del templo es la de su imafronte (s. XVIII), desde
la Plaza Cardenal Belluga.

Verticalmente, tres grandes exedras (de mayor amplitud y dignidad la central) organizan el espacio y dan lugar, de izquierda a derecha, a las puertas de San Juan, del Perdón y de San José.

Exedra central con la Puerta del Perdón.

Puerta de San Juan.

El imafronte catedralicio realmente es como un edificio autónomo adosado a los pies del templo, y a la vez la carta de presentación y la mejor publicidad para éste. Para su ejecución fue preciso demoler los dos primeros tramos de las naves del templo, que se convirtieron en uno solo, más amplio y coronados, en la nave central, por una bóveda de media naranja sobre pechinas.

Al exterior, una planta movida, en la que se suceden los espacios cóncavos y convexos divididos por columnas de fuste estriado, entablamentos y balaustradas, organiza un programa iconográfico pleno de efectos teatrales y que pretende y consigue ser un resumen del movimiento contrarreformista emergido de Trento y de la historia de la Diócesis. Así, desde el basamento, donde están representados los Apóstoles como base de la doctrina católica, junto con los Padres de la Iglesia a ambos lados de la puerta principal, con Pedro y Pablo en cada una de las torrecillas laterales, de nuevo como protectores de la Iglesia, se suceden, en la exedra central, pasajes de la vida de la Virgen, estando situada sobre la puerta del Perdón la titular del templo, la Virgen de las Gracias, rodeada de ángeles y arcángeles, pasando por los misterios de la Anunciación y la Inmaculada Concepción, con los padres de la Virgen a ambos lados, hasta llegar a la Asunción, representada en la bóveda de cuarto de esfera que corona esta calle central. A ambos lados de esta calle central se sitúan, entre las columnas, los cuatro Santos cartageneros, Isidoro, Leandro, Fulgencio y Florentina, amén de otros con especial vinculación con la diócesis, como Fernando III el Santo y San Hermenegildo. Aparece también la Cruz de Caravaca y el jarrón de azucenas mariano rematando el conjunto. La fachada estuvo coronada hasta 1803 por una imagen del Apóstol Santiago como fundador histórico de la diócesis.

Imafronte. Calle central con diversos pasajes de la vida de la Virgen
y de los santos de la diócesis.

Después de finalizarse el imafronte, se prosiguió la construcción de la torre según los proyectos de José López y Juan de Gea, estando los trabajos dirigidos por el primero. 

Torre (ss. XVI-XVIII): Segundo, tercer cuerpo (o del reloj) y
cuerpo de campanas.
El cuerpo de campanas está rodeado por cuatro capillas conjuratorias rematadas, de nuevo, por las imágenes de los cuatro santos cartageneros. La subida al mismo se efectua mediante un husillo central que deja libre la sala inmediatamente inferior. En 1793, y bajo la dirección de Pedro Gilabert, se remató la torre según planos de Ventura Rodríguez, que proyectó una torrecilla octogonal rematada por un cupulín perforado por otros tantos óculos.

Vista lateral del cuerpo de campanas y chapitel de uno de los
conjuratorios.

Las últimas intervenciones en la Catedral tuvieron lugar a partir de 1854. En dicho año, el edificio sufrió un incendio que acabó con el retablo mayor renacentista, con la sillería del coro y el órgano, aunque no con las rejerías de Antón de Viveros, que todavía siguen en el lugar que fueron colocadas hace cinco siglos.

El retablo mayor actual, neogótico, es una obra discreta debida a Mariano Pescador y Antonio Palao, cuya titular es la Virgen de la Paz. El coro está compuesto por una sobresaliente sillería renacentista procedente del desamortizado convento madrileño de San Martín de Valdeiglesias, cedido por Isabel II, mientras que el órgano (dispuesto a la manera inglesa, en la dirección de la nave y no perpendicular a ésta), es un magnífico ejemplar de mediados del XIX, construido en París por Joseph Merklin.

Rejería gótica en primer término. Coro renacentista y órgano neogoticista.

El trascoro forma una de las primeras capillas dedicadas al Misterio de la Inmaculada en España, de estilo barroco y levantada en el siglo XVII.

Trascoro. Retablo de la Inmaculada (s. XVII).

Finalmente, el museo catedralicio, situado en parte de la claustra gótica, sala capitular y dependencias anexas, nos muestra un recorrido por la evolución del edificio y de la Diócesis a través de los siglos, incluyendo un completo muestrario de la obra de los principales artistas que trabajaron para ella y en su zona de influencia.

Retablo de Santa Lucía (Bernabé de Módena, s. XV).

Virgen de la Leche con el Niño Jesús y San Juanito.
(Francisco Salzillo, s. XVIII)
Hasta aquí el recorrido por la sede cartaginense. Hasta la próxima.