sábado, 8 de febrero de 2014

Racionalismo valenciano.

Qué gusto da tener un fin de semana tranquilo después de unas semanas de ajetreo. Tengo abandonado el blog, y la inspiración me tiene abandonado a mí también, aunque hace días que venía dándole vueltas a la idea de escribir un pequeño artículo, cómo no, acerca de Arquitectura y, cómo no, de nuevo, racionalista.

Edificio González-Senabre.
 Calle San Vicente, 63.
 Arqs.: José Luis Téstor yCayetano Borso di Carminati, 1935.


En Valencia pasé unos de los mejores años de mi corta vida mientras estudiaba la "maravillosa" carrera de Arquitectura Técnica, titulación que han cambiado tantas veces de nombre que a fecha de hoy ni siquiera sé cómo se llama ni me preocupa. De aquellas fechas recuerdo sobre todo los paseos (o pateos) que me pegaba muchas tardes en los que iba siempre mirando hacia arriba, aún a riesgo de chocarme contra alguna farola o naranjo borde. Suerte (o no) que me pilló antes de la era digital de la fotografía.

Edificio Pascual-Montesinos.
 Calle Burriana, 26-28.
 Arq.: Miguel Martínez Ortega, 1935.


Y allí fue donde descubrí también la arquitectura racionalista, si que es puede llamarse así a los lenguajes empleados en los edificios construidos en la España de los años 30, tan diferente como para muchas otras cosas, de la Europa de su tiempo. Efectivamente, porque mientras en Europa se experimentaba, se teorizaba y se desarrollaban nuevas soluciones, en nuestra "piel de toro" (arriba los tópicos) nos limitábamos a copiar ("Que inventen ellos") lo que veíamos en las revistas especializadas escritas en inglés y alemán, principalmente, en las que los más de nuestros arquitectos sólo alcanzarían a admirar las bonitas ilustraciones en blanco y negro de las geométricas fachadas de tersas superficies y rotundos volúmenes. Está claro que hubo honrosas excepciones, y que jovencísimos arquitectos recién titulados, que habrían tenido no pocos intercambios de pareceres con sus venerables profesores, se lanzaron por un camino más difícil, pero comprometido con sus ideas y una nueva mentalidad racional e higienista, pero que en pocas ocasiones contaría con los apoyos de la Administración o las élites económicas, más preocupadas todavía por incorporar pilastras, molduras y balaustradas a las fachadas que por racionalizar el uso de la planta y utilizar eficazmente luces y ventilaciones.

Edificio Mas.
Calle Ribera.
 Arq.: Manuel Cervera, 1936-1940.

Si para el resto de España podemos hablar de arquitectos como Sert, García Mercadal (con importantes contactos que propiciaron la organización de congresos y ponencias que permitieron que arquitectos como Le Corbusier impartiesen conferencias en nuestro país) o Gutiérrez Soto (prolífico arquitecto de gran éxito, muy adaptativo y que prefirió mantenerse al margen del exclusivista GATEPAC), en Valencia serán profesionales como Luis Albert, Ricardo Roso o Enrique Pecourt los que desarrollen la arquitectura más innovadora, además de otros eminentes arquitectos entre los que podríamos destacar a Cayetano Borso di Carminati, Miguel Martínez, José Luis Téstor o Vicente Valls, a los que se unen otros que habían comenzado a trabajar el eclecticismo en sus más variadas acepciones, en Valencia mostradas bajo el filtro casticista-regionalista, como podría ser el caso del influyente Javier Goerlich (de extensa obra y autor de las principales operaciones de reforma interior) o Enrique Viedma (que bascula entre el edificio para La Unión y el Fénix y la llamada "Finca Roja").

Edificio Martí Alegre.
Plaza Cánovas del Castillo, 12.
 Arqs.: Javier Goerlich y Juan Bta. Carles, 1934.

Finca Roja.
Calles Jesús, Marvá, Maluquer, Alberique.
 Arq.: Enrique Viedma, 1930-1933.

Edificio Carbajosa, 1929-1931.
Calle Xàtiva c/v Ribera.
 Este edificio, una de las primeras obras
de Luis Albert, todavía incorpora paneles decorativos en la línea del
art-decó en las curvadas aristas del chaflán.

Valencia había explotado económica y demográficamente a principios del siglo XX. Su potencial agrario y la vocación exportadora de su burguesía había propiciado que ya en el primer tercio del siglo su puerto fuera el primero de España por volumen de exportaciones. La ciudad aumentó su censo en 200.000 habitantes entre 1920 y 1940, llegando a tener 450.000 al final del periodo. A partir de 1928 se llevaron a la práctica en el corazón de la urbe algunas de las reformas urbanas propuestas en 1911 por Federico Aymamí, materializadas al fin por la corporación encabezada por el Marqués de Sotelo y dirigidas por el arquitecto Javier Goerlich: ensanche de la Bajada de San Francisco-Plaza del Ayuntamiento, aperturas de las vías de María Cristina y Periodista Azzati y ensanche de otras, como San Vicente, Ribera o Paseo de Ruzafa. Aquí se localizarán nuevos edificios que doblarán o triplicarán en volumetría a los preexistentes: el uso del hormigón y el ascensor lo hacen posible. Al principio estas nuevas construcciones se cubrirán de toda suerte de elementos inútiles por innecesarios, puramente decorativos: pilastras, capiteles, frontones... para ir dejando paso, de forma progresiva, a la limpieza en los volúmenes y la ordenación estricta de huecos que imponía el nuevo lenguaje racionalista, en el que cada elemento cumple de forma clara el papel que le corresponde, que para eso ya había manifestado Loos, años antes y visiblemente airado, que el ornamento es poco menos que un delito.

Edificio Martí-Alegre (Hotel Londres).
Plaza Ayuntamiento-Barcelonina.
Arq.: Javier Goerlich, 1934-1935.

Edificio Roca.
Calle San Vicente, 34.
Arq.: Vicente Valls Gadea, 1934.

Teatro-Cine Rialto.
Plaza del Ayuntamiento, 17.
Arq.: Cayetano Borso di Caminati, 1931.

Edificio Dasí.
Av. María Cristina, 5.
Arq.: Cayetano Borso de Carminati, 1935.

También en el ensanche (ampliado a partir de 1925 entre la Gran Vía Marqués del Turia y el Camí de Tránsits, hoy Avinguda Peris i Valero, según las trazas de Francisco Mora) se suceden las nuevas construcciones. La legislación ayuda a ello, y, si bien durante la dictadura de Primo de Rivera son las medidas liberalizadoras en materia de suelo y la transferencia de las competencias urbanísticas a los Ayuntamientos las que aceleran las reformas, más adelante será la "Ley de Casas Económicas", que permite la creación de grupos de viviendas como la Finca Roja, ya nombrada, los grupos para Prensa y Artes Gráficas en el Paseo al Mar o la Cooperativa para Agentes Comerciales en la Gran Vía Germanías. Todo ello para acabar, en 1935, con la promulgación de la llamada "Ley Salmón", que incluía exenciones fiscales para la construcción de viviendas de determinadas características a la vez que se imponía como medida para paliar el elevado paro obrero. Todo esto provocó una febril actividad edificatoria: a modo de ejemplo, entre 1931 y 1936 se conceden hasta 1700 licencias de nueva construcción.

Edificio y fábrica Buch.
Calle Quart, 114.
Arq.:  Luis Albert, 1935.

Edificio Peset-Llorca.
Calle Cirilo Amorós, 88-90.
Arq.: Mariano Peset, 1935-37.

Edificio Pascual.
Calle Císcar, 21.
Arq.: Miguel Martínez Ortega, 1936.

Estas edificaciones, entre medianeras en su mayor parte, responden a unas características más o menos fijas: estricta ordenación de huecos, escasa ornamentación (reducida a la combinación de unos pocos materiales: estucos, ladrillo caravista y vidrio), volúmenes puros (con empleo de significativos chaflanes curvos, aerodinámicos, en línea con la emergente tecnología maquinista), barandas tubulares, asimetría en la composición y jerarquía/combinación de usos (comercial en planta baja, entresuelos para oficinas y plantas de vivienda). Respecto a la planta, y considerando al público al que van dirigidas, se introducirán pocas variaciones respecto a las viviendas tradicionales, y se siguen empleando los patios interiores de luces reducidas sin atender a una separación de zonas de día y de noche, cosa que en España no ocurrirá de forma masiva hasta la irrupción del segundo movimiento moderno a mediados de los cincuenta; es por todo esto que la adopción de lenguaje racionalista es más "epidérmico" que teórico. Se introduce una moda, se actualiza por imitación, pero la forma de habitar sigue siendo prácticamente la misma.

Edificio Gracia.
Calle Pintor Segrelles, 5.
Arq.: Lorenzo Criado, 1935.

Edificio Villalba.
Calle Xàtiva, 17.
Arq.: Alfonso Garín, 1935.

Y como no me quiero enrollar más por el momento, dejo paso a una serie de fotografías que nos van a llevar por varios de los edificios levantados en aquellos años, que complementan a las que han ido apareciendo a lo largo del artículo; pero lo mejor, como siempre, es una visita a la ciudad del Turia.

Edificio Alonso.
Xàtiva esq. San Vicente 71-73.
Arq.: Luis Albert, 1935.

Edificio Tortosa - Martínez Sala.
Calle Universidad 1 y 3.
Arq.: Luis Albert, 1933.

Edificio Vizcaíno.
Calle Ribera, 3.
Arq.: Cayetano Borso di Carminati, 1936.

Edificio Serratosa.
Calle Moratín, 5-7.
Arq.: Antonio Gómez Davó, 1935-1940.

Edificio de viviendas.
Calle Cirilo Amorós, 84.
Arq.: Cayetano Borso di Carminati, 1935. 

Edificio Cánovas.
Calle Navellos, 8.
Arq.: Luis Albert, 1931-1934.

Edificio de viviendas.
Calle Cirilo Amorós, 86.
Arq.: Javier Goerlich, 1935.

Edificio Palasí.
Gran Vía Fernando el Católico, 57.
Arq.: J. Vives, 1935.

Edificio de comercios y viviendas.
Calle Convento Santa Clara, 2.
Arq.: José Luis Téstor, 1931.

Edificio Llopis.
Calle San Vicente.
Arq.: Ricardo Roso, 1934-35. 

Hasta la próxima.