lunes, 11 de junio de 2018

RetroAlacant V: La Plaza de Luceros.




A través de las postales de los años sesenta y setenta podemos reconstruir la secuencia de sustitución de los edificios de la Plaza de los Luceros y la forma en la que, poco a poco, ha ido cambiando su imagen. Las postales son un excelente vehículo propagandístico, y cada ciudad buscará en la impresión de las mismas un recurso fácil e inmediato en el que, con ayuda de ese turismo que comienza a alcanzar cifras destacables y que actuará, de modo inconsciente, como vector de transmisión, una manera de difundir sus activos, tanto aquellos considerados históricos como otros que, como en el caso, muestran una imagen de progreso y desarrollo urbano. En este artículo me gustaría hablar sobre ciertos aspectos de este espacio, acompañando el texto de diversas postales de época extraídas de todocoleccion.net.


En esta primera imagen, editada por Tip. H. Fournier, que consideramos anterior a 1943, puesto que todavía no se ha levantado el edificio que hace esquina con la Avenida de la Estación en la acera de los impares, se observa al fondo la Estación férrea de Madrid con su antiguo frontis, y a la derecha, el Palacio de la Diputación Provincial, obra de Vidal inaugurada en 1932.
 
Esta postal muestra, desde un punto de vista ligeramente diferente, el frente NW de la Plaza. En la esquina con la Avenida de la Estación (Entonces del General Mola), el edificio Sevilla, de Juan Vidal (1930). En el ángulo a Marvá, un edificio proyectado por Gabriel Penalva y finalizado a principios de la década de 1940, actualmente sustituido por otro de factura reciente.


En estas dos estampas, además del protagonismo indiscutible de la "Fuente de Levante", del escultor Daniel Bañuls (1930), el objetivo se centra en la comunión de la plaza con la Avenida Alfonso el Sabio, eje de primer orden en el Ensanche, de 32 metros de anchura, que conecta la Estación de Ferrocarril con el extremo opuesto del plano.



Plaza de la Independencia, Plaza de Cataluña o de Los Luceros si hacemos caso del callejero oficial de la ciudad en los cien últimos años, siendo éste último el que permanece vigente y que parece que ha calado en el imaginario ciudadano constituyendo un nodo con nombre propio e importancia contrastada dentro del plano y la organización espacial del espacio urbano, difuminada y ya muy lejana aquella primitiva inspiración falangista que justificase esta denominación. Alternativa y popularmente conocida como Plaça dels Cavalls en referencia al conjunto escultórico que adorna la rotonda central, la moderna normalización "televisiva" del valenciano la rebautizó (algo a lo que ni siquiera ha sido ajena Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana a la hora de rotular la correspondiente estación subterránea del transporte metropolitano) como Plaça dels Estels, en una traducción literal que identificó automáticamente Los Luceros con unos hipotéticos cuerpos celestes en los que nadie parece encontrar una referencia inmediata que justifique el nombre de este espacio ciudadano.

En los años 50, la edición de postales en color se extiende en los kioscos alicantinos. En esta imagen comercializada en 1958 podemos contemplar Alfonso el Sabio todavía con sus edificios de la primera mitad del siglo XX, destacando en altura el de la esquina con Ángel Lozano, datado en 1945.

En esta otra postal coetánea a la anterior, se muestra además de la Plaza de Luceros, la acera de los pares de Alfonso el Sabio. También resulta curioso el conjunto que forman los dos edificios con esquina a la plaza, rematados en sendos cubillos y proyectados por Juan Vidal. Se trata de los edificios Vigrana (izq, 1931) y Mataix (dcha, 1922), que serían demolidos años después.

 
Esta tarjeta postal comercializada por Ed. Ágata en 1964 muestra una imagen en la que ya comienzan a levantarse nuevos edificios en la Plaza: Se observa parte de la estructura, en construcción, de la Residencia Covadonga. A lo lejos puede divisarse la Torre Provincial en plenas obras, cuya inauguración tendría lugar en 1960.
 
Esta postal fue comercializada por la misma casa por las mismas fechas, aunque se centra en la fuente de la rotonda central y en la jardinería que rodea a la misma.

A pesar de que en nuestros días la Plaza de Luceros constituye un nodo de primer orden en la configuración de la ciudad de Alicante, y por sorprendente que pueda parecernos, no aparecía definida en el primer plano del Ensanche, firmado por José González Altés en 1893 y aprobado definitivamente por el Ministerio de Fomento el 7 de abril del mismo año. Sí recogían las alineaciones, en cambio, las dos grandes avenidas, de primer orden en la jerarquización del viario proyectado que con su intersección darían lugar, ya avanzado el primer cuarto del siglo XX a este espacio de geometría circular. En Ensanche de la ciudad de Alicante, organizado en una retícula de manzanas desiguales, comenzaría a gestarse tras la autorización para derribar las murallas que la cercaban, y se extendería entre el núcleo edificado y la nueva estación de MZA o de Madrid, inspirándose en los grandes planes de Ensanche ya definidos en la España de la época, el Plan Cerdá barcelonés y el Plan Castro de Madrid, pero limitado por unos condicionantes físicos a tener en cuenta: la elevada pendiente media del terreno, el frente marítimo y la preexistencia de vías de comunicación (la Alameda de San Francisco que se adaptaría como vía diagonal, la posterior Avenida Maisonnave), así como la existencia de accidentes geográficos: Benacantil, Tossal, Muntanyeta (que acabaría desapareciendo entrados los años 40 del siglo XX) o el Barranco de San Blas, desviado primero y finalmente entubado bajo la actual Avenida Óscar Esplá.

En esta postal se muestra la estructura de la Residencia Covadonga más avanzada, y aparecen ya acabados los edificios de Alfonso el Sabio 35 (esquina Ángel Lozano) y en obras el de Federico Soto 22, así como el Gran Sol, a lo lejos, lo que permite datar la imagen en la primera mitad de los años 60.

Esta postal de García Garrabella es de 1964, y en la misma se puede apreciar lo que parece ser la Foguera de Alfonso el Sabio, dando frente a la misma Avenida. Todavía los edificios Vigrana y Mataix se conservan, aunque la trama del Ensanche se sigue densificando.
 
La Editorial Macián comercializaría esta postal en las mismas fechas, aunque aquí se prefiere mostrar el frente de la plaza que enmarca la Avenida Federico Soto, donde a la izquierda se levanta el Edificio Baena, de Gabriel Penalva (1934), y único edificio original anterior a la Guerra Civil que subsiste en Luceros, y a la derecha uno de los primeros inmuebles residenciales de alto nivel construidos a finales de la década de los cincuenta.
En 1908 la plaza parece estar ya explanada y es en este momento cuando se la bautiza como "de la Independencia", en conmemoración del primer centenario del levantamiento madrileño del Dos de Mayo contra la invasión napoleónica. El nombre gozaría de una prolongada vigencia hasta que en 1934 se dedica a Cataluña, tras la aprobación de su Estatuto de Autonomía; este nombre, se alternaría con el anterior hasta que en 1939 se rotula con su denominación actual.

La imagen (Ed. Pergamino) muestra los edificios que dan paso a la Avenida General Marvá, ya a finales de los años sesenta. A la derecha ya se levanta el inmueble proyectado por Juan Antonio García Solera y finalizado en 1968.

 
Postal de la Editorial Subirats Casanovas que nos ofrece el aspecto del sector de la plaza delimitado por Marvá y Alfonso el Sabio a finales de los sesenta. El edificio Vigrana ya ha desaparecido dejando paso al de la Cafetería Iruña, finalizado en 1967.

Plaza de Luceros y Alfonso el Sabio a comienzos de los años setenta. Ya aparece el edificio de Alfonso el Sabio 45 c/v Álvarez Sereix (1970) y todavía en pie el conocido como Mataix (J. Vidal, 1922), que sería derribado poco después. Todavía pueden apreciarse los carriles del tranvía rodeando la rotonda.

De 1972 data esta postal comercializada por la casa García Garrabella. Los tranvías ya han desaparecido de las calles alicantinas.


Estas dos imágenes, la primera comercializada por Papisa en 1977 y por Tortosa en 1975 la ubicada sobre estas líneas, muestran un primer plano de la Fuente de Levante. A la derecha puede adivinarse el solar dejado por el derribo del Edificio Mataix, que dejaría paso a partir de 1974 a la nueva sede del Banco Santander.

Postal de 1979 en la que la plaza ya casi ha sustituido casi todos sus edificios primitivos por otros de mayor superficie construida. Las dos casas de pisos de la derecha serían derribadas en los años noventa.

El Edificio Riscal (proyectado por Francisco Muñoz Llorens) domina en segundo plano la plaza debido a su elevada altura. En la imagen puede observarse todavía el Colegio de los Hermanos Maristas, con su edificio levantado en los sesenta y derribado a mediados de los ochenta.

En este intervalo de tiempo comenzaría la plaza, poco a poco, a poblarse de edificios, hasta ser el espacio urbano más solicitado (y también fotografiado, pues el comercio de postales sería una estupenda carta de presentación para las ciudades de la época, deseosas de transmitir una imagen de modernidad y desarrollo urbano) del Ensanche. Arquitectos de éxito entre la burguesía, como Juan Vidal, proyectan en la plaza, pero también otros recién titulados, como Gabriel Penalva, que introducirán un lenguaje más moderno. Unos y otros contribuirán a crear un alzado globalmente ecléctico, carácter que se conserva en la actualidad a pesar de que la mayor parte de los edificios han sido sustituidos víctimas de una especulación inmobiliaria generada por un cambio en los usos del suelo (no reglamentado) que condujo, en primer lugar, a la edificación de nuevas viviendas de alto nivel a las que más tarde se añadiría una terciarización casi total que supuso un incremento considerable del rendimiento económico del espacio construido. 

Finalmente acabamos con tres imágenes nocturnas de Luceros. La primera, de García Garrabella (1970); la seguda, de Raker (1972). En la última, la fuente iluminada cede parte del protagonismo a la silueta del Riscal en una postal editada en 1979.

 Hasta la próxima.

jueves, 10 de mayo de 2018

Románico en Almazán: San Miguel (I)


Templo de San Miguel. Fachada a la Plaza Mayor. Enero 2018.


En mitad de la actual provincia de Soria, bañada por el río Duero en el punto donde éste abandona su disposición en curva para encarar definitivamente su marcha hacia el Atlántico, se encuentra la Villa de Almazán, importante en el pasado por su localización en tierra de frontera, lo que le supondría ser objeto frecuente de disputas desde su conquista hacia 1040 por las huestes de Fernando I de León: reconquistada después por los árabes y vuelta a ocupar por Alfonso VI en 1098, sería definitivamente tomada por Alfonso I el Batallador de Aragón en 1128, quien la fortificará y repoblará; no obstante, todavía se mantendría un elevado contingente de población mudéjar entre sus muros, con lo que estamos hablando de una villa muy islamizada, hecho que se manifestará en el estilo de las construcciones religiosas románicas que se irán levantando a partir de esta fecha, y de entre las que destaca la parroquia de San Miguel Arcángel, edificada ya en la segunda mitad de este siglo XII; no obstante, actualmente todavía podemos observar restos románicos de consideración en otros dos templos: Santa María del Campanario, con su triple ábside, y San Vicente, hoy en día desacralizada.

Vista sureste del templo, con el ábside en primer término.

Aspecto del edificio, en el que pueden apreciarse los volúmenes añadidos.


Centrándonos en San Miguel, lo primero que observamos al analizar su planta es la heterogeneidad de la misma, fruto de la sucesiva adición de volúmenes a lo largo del tiempo, si bien las consabidas restauraciones del siglo pasado trataron de devolverle parte de su aspecto primitivo mediante la demolición de edificios anexos que impedían su correcta lectura y visión desde el entorno circundante. No obstante, y como elementos integrantes de la propia fábrica pero ajenos a la obra del XII, conserva sendas capillas a ambos lados del crucero, en los testeros norte y sur, otra capilla dieciochesca a los pies y el pórtico de acceso, del XVII, edificado en origen con dos plantas de arcos de medio punto a modo de tribuna, del cual sólo resta la inferior.

Cabecera del templo y torre de las campanas.

Los elementos románicos que pueden percibirse al exterior son fundamentalmente dos: la cabecera y el cuerpo inferior del cimborrio que cubre el tramo de la nave central inmediatamente anterior al presbiterio. A pesar de contar este templo de San Miguel Arcángel con tres naves paralelas, sólo la central, de mayor amplitud, proyecta un cuerpo absidal al exterior, puesto que las laterales, muy angostas, acaban en testeros planos, si bien de planta semicircular al interior de las naves, horadando los recios muros de sillería.

Vista lateral de la cabecera.

El presbiterio, al exterior, presenta una composición tradicional, dividido en dos tramos separados por impostas verticales, en este caso semicolumnas adosadas, recurso que también se empleará para segmentar el ábside en tres calles. El primer tramo, de planta rectangular y notable profundidad, se cubre con bóveda de medio cañón, mientras que el segundo es el ábside propiamente dicho, de disposición semicircular y protegido por bóveda de horno. Construidos en fábrica de sillería bien escuadrada, en altura responden a una composición tripartita clásica: sobre un potente zócalo o plinto apoyan las semicolumnas que compartimentan el muro y que ascienden hasta la cornisa que actúa a modo de entablamento.

Cornisa que recorre el perímetro del ábside.

Cada una de las tres calles en las que se divide el ábside está perforada por un hueco de medio punto, en el que se inserta una estrecha ventana saetera flanqueada por dos semicolumnas adosadas cuyos capiteles presentan trabajo escultórico, bien figurativo o meramente ornamental, y que a su vez soportan una rosca de medio punto biselada y adornada por motivos de entrelazos que dobla al arco exterior. 

Uno de los huecos del presbiterio.



Diversos capiteles de las ventanas del ábside.

La cornisa que recorre superiormente el volumen del presbiterio está compuesta de arcos polilobulados o angrelados soportados por modillones, los cuales en el encuentro con las columnas dejan paso a los capiteles de trabajo vegetal de éstas. La cornisa, sobre los capiteles, forma cruces griegas con sus extremos acabados en círculo, que actúan a modo de cimacio.

Detalle de la cornisa.

El otro elemento que al exterior acusa el carácter románico de la construcción es el cuerpo inferior de la torre de campanas, ya que el elemento superior, levantado en ladrillo y con lenguaje barroco, es claramente muy posterior. Aunque lo verdaderamente interesante de este cuerpo octogonal se encuentra en el interior del templo, del cual hablaremos en otro artículo, reviste interés este cimborrio por ciertos rasgos estilísticos y constructivos que lo emparentan con otros templos leoneses e incluso con construcciones califales.

Cimborrio, con el cuerpo inferior románico.

Presenta decoración parecida a la ya descrita para el ábside pero más simplificada (quizá ejecutada en fechas posteriores); cada una de las caras del octógono está perforada por huecos apuntados, doblados al interior por arcos angrelados igualmente ojivales, mientras que la cornisa sigue siendo festoneada, pero abandonando los arquillos polilobulados para desarrollarse a partir de otros apuntados apeados sobre ménsulas decoradas con dos pequeñas volutas.

Volumen de la iglesia hacia el Duero.

Como ya explicamos al principio, nada más resta al exterior de la fábrica románica. La única puerta que permite el acceso al templo, orientada al sur como suele ser lo habitual, se encuentra protegida por un pórtico del siglo XVII al que se le ha suprimido la galería superior que ocultaba parte del templo (tal como sigue sucediendo en otras iglesias situadas en plazas mayores, como la también románica y de la misma advocación situada en Ayllón, Segovia); se trata de un mero hueco de ingreso que carece de interés alguno.


En una siguiente entrega nos ocuparemos del interior del templo adnamantino más característico. Hasta la próxima.