viernes, 16 de mayo de 2014

Palacio del Infantado.


Fachada principal del palacio.

El Palacio de Infantado fue promovido por D. Diego Hurtado de Mendoza, 2º duque del Infantado y perteneciente a una de las familias más influyentes del Renacimiento castellano, merced a los servicios prestados a sus monarcas. Fue construido entre 1480 y 1496 según diseño de Juan Guas y la colaboración de Egas Cueman en las labores decorativas, si bien a partir de 1570 empieza a sufrir reformas que desvirtuarán su concepción primitiva. Con la decadencia de la familia pasa a manos de los duques de Osuna a finales del XVII, cediendo éstos la propiedad del Palacio al Ministerio de Guerra en 1878 dedicándose a diversos usos hasta 1936 en que es saqueado e incendiado perdiéndose entonces las mayoría de sus artesonados, decoraciones y ciclos pictóricos. En 1961 se inició su rehabilitación, dedicándose en la actualidad a usos culturales.


Acceso sobre el que campean las armas familiares.

Detalle del escudo familiar escoltado por tenantes.

El edificio, aunque estilísticamente se enmarca dentro del último gótico e incorpora elementos mudéjares, responde ya a una concepción renacentista, puesto que refleja tanto en la ordenación de su planta como en sus alzados la evolución que sufren las residencias palaciegas a partir de dicho periodo, abandonándose paulatinamente el carácter fortificado de los castillos medievales y dejando paso a los palacios urbanos, que mantienen su papel dominante mediante la construcción de una fachada representativa que concede un papel protagonista a las armas de la familia y que en este caso preside un entorno de destacado valor social y ciudadano de Guadalajara. El palacio se organiza en planta mediante un patio interior, centrado, de disposición ligeramente rectangular en este caso, que distribuye los accesos a las distintas estancias.


Galería superior en lenguaje gótico flamígero.

La fachada es, como se ha dicho, la carta de presentación del edificio y, por extensión, de la familia a la cual pertenece. La fachada del Palacio de Infantado parte de un basamento pétreo que absorbe el leve desnivel del terreno y se corona mediante una galería corrida, por lo que podemos decir que la organización de la misma sigue un esquema compositivo clásico: basa, desarrollo y entablamento. El basamento, de aparejo de sillería pseudoisódoma dispuesta a soga, soporta una fachada de desarrollo plano, de sillería caliza isódoma trabada con mortero de cal y decorada con puntas de diamante, perforada por unos huecos adintelados rematados por frontones triangulares. Respecto a la puerta de acceso, desplazada del eje (la fachada carece aquí de simetría) se resuelve por medio de un arco ojival orlado con motivos caligráficos que enmarca un arco conopial decorado con perlas. El tímpano generado entre ambos se adorna con tracerías góticas. La portada está flanqueada por una pareja de semicolumnas sobre pedestal, cubiertas por una decoración de bolas inscritas en rombos y rematadas por una cornisa de mocárabes que se prolonga y las une superiormente, cerrando el conjunto a modo de entablamento y generando para la portada, por tanto, un peculiar “arco de triunfo”. Todo ello se remata con las armas de la familia escoltadas por sendos tenantes. El friso de mocárabes con que se remata la fachada da paso a la pétrea pero ligera galería superior, simétrica, que dota de un particular ritmo a la misma al incorporar tramos rectos y curvos. Sobre un antepecho se abren parejas de ventanas conopiales, separadas por pilastras de sección poligonal (semicirculares enmarcando los tramos curvos) y divididas por maineles que sostienen tracerías góticas en su intradós. Motivos vegetales, escudos y pináculos adosados rematan el conjunto, limitándose superiormente la fachada por una sencilla moldura adornada de bolas.


Acceso al patio interior de distribución.

El cortile interior se organiza en dos pisos de arquerías
de directrices mixtilíneas.

El patio organiza las distribuciones interiores, por lo que a él se abren numerosos huecos adintelados en los muros perimetrales de las galerías de las dos plantas de las que se compone. Dichas arquerías, tanto en el piso inferior como en el superior se dividen en módulos iguales entre sí, separados por columnas labradas en piedra caliza (de orden toscano las de planta baja, helicoidales las superiores) y rematadas por arcos mixtilíneos, de decoración más profusa en la planta alta. Los arcos conopiales mixtilíneos de planta baja, festoneados, se adornan con perlas y alojan parejas de leones dispuestos simétricamente en los riñones sobre un fondo de taqueado, separadas entre sí por motivos heráldicos y figuras de aves situados sobre las columnas. La planta superior presenta un antepecho de tracería calada y pasamanos decorado nuevamente con bolas. Las columnas helicoidales, decoradas con series de hojas, se rematan en una franja de follaje a modo de capitel y un pináculo adosado que actúa de separación entre las parejas de animales alados y enfrentados entre sí situados sobre los arcos mixtilíneos de directriz recta y cóncavo-convexa adornados con caireles en su intradós y recercados por motivos vegetales. Toda la arquería se corona finalmente por una cornisa de dentículos y el alero de canecillos de madera de la cubierta.


Ángulo de la arquería donde pueden apreciarse las labores
decorativas en las enjutas, tracerías y columnas.

Parejas de leones en las enjutas de la planta baja.

Grifos mitológicos escoltan los motivos decorativos en la planta alta.
Las columnas se prolongan hasta el friso de dentículos por medio de pináculos
goticistas.
Hasta la próxima.

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