martes, 26 de diciembre de 2017

¿Arquitectura románica en Cuenca?

Iglesia de la Natividad (S. XIII). Arcas, Cuenca.

Nos hacemos en primer lugar esta pregunta: ¿De veras existe arte románico en Cuenca? No es fácil de contestar al interrogante, y en todo caso dependerá de dónde situemos los límites de este estilo, y con ello no nos referimos a los meramente geográficos o administrativos, sino a su plenitud y al agotamiento de sus recursos y su capacidad innovadora.

Iglesia de la Natividad. Ábside y espadaña desde la Plaza.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que los diferentes estilos, que muy a menudo la Historia del Arte nos explica y clasifica como compartimentos estancos y correlativos, en realidad son una continua evolución de soluciones técnicas y decorativas en progresión y superposición, sin que se produzcan abruptos cambios de gusto y tendencias salvo en contadas excepciones.


En la actual provincia de Cuenca va a existir un arte rómanico, sí, tardorrománico o protogótico si se quiere, de fuerte carácter rural y autóctono y muy influenciado por el practicado en Guadalajara, que tomará nota de los espartanos modos cistercienses. Si entendemos que el estilo avanzaba desde el Norte al compás del reciente avance cristiano, en estas latitudes tan meridionales se levantarán por lo general edificios de culto sencillos, característicos de territorios todavía poco poblados donde se buscaba cubrir las necesidades más inmediatas.


Sin embargo, existirá un pequeño grupo de templos, erigidos desde mediados del siglo XIII, entre los que va a destacar el que traemos a colación en este artículo: La iglesia de la Natividad, situada en la pequeña población de Arcas. Esta localidad se encuentra a escasos diez kilómetros al sur de la capital provincial y cuenta, hoy por hoy, con un censo aproximado de 1.600 almas.

Uno de los tres huecos abocinados del presbiterio.

El templo es austero tanto al interior como al exterior: se trata de una nave de planta rectangular a la que se adosa en el siglo XVII una capilla lateral en el lado del Evangelio, enfrentada a la portada principal (y única), y un coro alto de madera a los pies. El presbiterio se organiza en dos tramos en planta, accediéndose al mismo bajo arco triunfal de medio punto. Toda la nave se cubre mediante armadura de madera repuesta recientemente.

Arco de triunfo en medio punto de acceso al presbiterio.


Disposición de armaduras en el interior del presbiterio.

El presbiterio destaca al exterior del volumen y se asoma a la Plaza principal de la localidad. Un tramo recto, perforado por sendas ventanas de medio punto, abocinadas y enmarcadas por sendas columnas adosadas a las jambas y bocel que sigue la directriz del arco, sirve de paso al ábside semicircular, en el que se abre otro hueco de similares características. El aparejo pétreo es heterogéneo, empleándose tanto mampuestos como sillarejos, habiéndose superpuesto modernamente losas calizas a modo de aplacado en los sectores más expuestos. Todo el conjunto se remata mediante cornisa de amplio vuelo apoyada sobre canecillos labrados. 

Fachada principal con la espadaña adosada.

La espadaña, casi exenta, se adosa a este presbiterio. El hueco ojival de su cuerpo inferior permite el acceso al atrio de la iglesia, al que se abre el elemento más destacable del edificio: su portada.

Portada de acceso.


La portada de la iglesia de la Natividad es un ejemplar de notable calidad. Un arimez rematado en cornisa apoyada en canecillos acoge el acceso cuyo abocinamiento se divide en cinco arquivoltas de sencilla decoración. Cinco pares de columnillas de sección circular, con capiteles decorados en motivos vegetales, soportan delgados cimacios afiligranados que se prolongan horizontalmente a modo de cornisa por la superficie del paramento. Sobre ellos se disponen las arquivoltas propiamente dichas, compuestas por arcos ojivales alternando boceles y baquetones, a excepción del extremo o guardapolvo, con sencilla decoración geométrica en diente de sierra.

Columnas adosadas a las jambas.

Arquivoltas molduradas.

Capiteles y cimacios.

En definitiva estamos ante una construcción de transición entre el último románico y el incipiente gótico. A las soluciones constructivas y las proporciones del primero, aunque aquí adaptadas modestamente a las necesidades y condicionantes del entorno, empiezan a mostrarse de manera casi embrionaria caracteres que más tarde serían sinónimos del nuevo estilo, como el arco apuntado. No olvidemos que la época de las grandes catedrales ya había comenzado, y que la propia sede episcopal conquense sufrió, al igual que la de Ávila y otras tantas, la evolución del lenguaje en su propia fábrica.

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